2 ago 2012

CANCIÓN DEL MAESTRO TABERNARIO

Camarada “Pirigallo”, bravo y temerario, diletante y locuaz, pirata de probada germanía, alma transustanciada, aflamencado hijo de las rías baixas. Tripulante único, singular, del bajel sobre el que surcamos mares mundanos a la búsqueda de tesoros que vivir, de relucientes personas que, como joyas, orlen nuestra andadura en el tráfago de este efímero burdel, de amistad abierta como cofres de oxidados herrajes, albergando riquezas cuantiosas sólo alcanzables para la imaginación de marinos intrépidos, decididos y arrojados marinos. Marinos de rumbo incierto y sin retorno.
Pirata de hechicera música, de voz estrangulada y reseca, insuflando aliento y ardor a los camaradas dispuestos al abordaje. Saqueando navíos de noche y estrellas armados. Bucanero de tangos y melodías que, usurpadas al aire, se hacen suyas  para siempre en el tono melancólico, amargo y tierno de una no resuelta queja. Sones cuyo arrebatado desgarro nos impele, extasiados, hacia los cruentos desgarros del combate; las mil batallas contra espirituosos enemigos y, a la vez, su música alumbrando el camino borroso, el humo cubriendo la mar tras el estallido jubiloso por el botín usurpado, la nave saqueada… Y quince hombres en el cofre del muerto, bebiedo ron, ron…






A Manu “Piri” que se debate, enfrentado a su destino, en el mar De la Gran Tempestad

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